jueves, 21 de agosto de 2014

Desde El Avila se entiende lo que hay que hacer Caracas no está perdida

Luego del primer paseo cualquiera sucumbe. Volver es el plan 

Faitha Nahmens.- “Fue en un viaje a Francia cuando el padre Machado, quien fuera el confesor de Juan Vicente Gómez, quedó prendado del culto a la virgen de Lourdes, entonces encargó una imagen de tamaño natural para Venezuela y dio inicio a la peregrinación que se ha hecho desde hace 129 años por los caminos de El Avila y hasta Maiquetía e incluye esta iglesita en una de las estaciones del recorrido avileño”, dice Derbys López, excursionista guaireño, rescatista, fanático de la historia menuda y de los álbumes familiares, coleccionista de anécdotas y enamorado de la naturaleza, cerro El Avila arriba. “Luego haría una iglesia en Maiquetía gracias a las groserías de la gente ¿cómo? Los que eran capturados in fraganti en el bar, en la esquina, en el abasto diciendo palabrotas tenían que pagarle a las damas de Lourdes que venían con su olla listas a destaparla, cuando eso pasaba tenían que pagar su multa”.
La ruta de los fortines, una de las siete que propone a los habitantes del Valle y alrededores el coordinador de la Fundación para la Historia, el Ecoturismo y Ambiente lleva al explorador más lego por vericuetos desconocidos la montaña. Ves el Humboldt por la parte de atrás, ves el mar, ves las murallas de piedra que guardaban la ciudad de bucaneros y guerreros de toda estirpe, ves sembradíos de intenso verde de lechugas y brócolis. Ves turpiales y querrequerres, ves lo que nunca vez, hasta llegar al tope de una colina rodeada de nubes. Ves a Caracas desde lejos y ves que ruge con menos volumen, que se entrelaza, que sigue viva, en su danza febril. Que es un rumor. “Más de la mitad de El Avila es de Vargas, buena parte es de Miranda y si acaso 15 por ciento es de Caracas, parece mentira”, sorprende López con el dato. William Niño hubiera respingado. Decía que El Avila es una montaña que une a Caracas con el mar, que está en medio de un todo, que nunca debieron haber dividido Vargas de la administración capital.
La ves, pues, enorme, encaramada, con sus altibajos, heterogénea, y llena de luz. “Caracas era sus poco más de 20 cuadrículas alrededor de la Plaza Bolívar, los que vivían más cerca de ella, la de la plaza mayor, eran los de posición más acomodada”, nos la cuenta. No solo creció por los cuatro costados, más al este y al oeste, también del suelo al cielo y cambió su fisonomía y arquitectura, las fachadas y los caminos. Ha tenido momentos de esplendor y pujanza, ahora mismo, escenario de la dinámica de la polarización, es más parchada de nunca, inconexa, y si hay una remodelación o nueva construcción en algún punto de su arquitectura diversa chocará con el estilo de todo lo alzado, pintado, tumbado y rehecho en el vecindario. Desde El Avila, sin embargo, luce compacta, larga y vigorosa, con sus zonas de zinc junto a las de fiberglas, algunos techos rojos y espacios verdes que el valle tropical defiende con tenacidad. No se ven las colas, ni se oyen los ayes. Caracas, sin embargo, no deja de latir.
Descangallada y cochambrosa, la mira el periodista Jhon Lee Anderson. Con demasiados carros y poco respeto al peatón, la sienten José Orozco de Ser Urbano y Cheo Carvajal, autor de la página Caracas a pie. Intervenida por obras incoherentes como el Museo de Arquitectura, al decir de Federico Vegas; por construcciones hechas con atropello, como opinanlos arquitectos Oscar Tenreiro y Marco Negrón, pensando en las edificaciones chuecas de la Misión Vivienda; o por elestrafalario Mausoleo del Libertador, como se asombra medio mundo. Inhóspita y peligrosa, con colas infinitas, basura en las aceras y el hampa enseñoreada, Caracasvive un momento descorazonador. Sin embargo, los que tienen fe en su rediseño y compón no son pocos ni tampoco podrían catalogarse de ilusos delirantes.
El debate sobre cuánto se ha perdido y cómo puede rescatarse la ciudad como ámbito democrático para el encuentro tiene tiempo encendido y pese a que los problemas saltan a la vista, tientanal empecinamiento la entereza de sus defensores,Derbys López, entre ellos. Desde la plaza de La Pastora, donde arranca en el rústico el viaje que dura un día con sus paradas, la compra de helados caseros, las visitas, los cuentos, las fotos, el tema es lo interesante que resulta desconectarse para regresar con más bríos. Los proyectos que cuajan, los que no, la necesidad de hacer contacto. “Los galipaneros ya no siembran, importan de la Colonia Tovar las fresas”, suelta con melancolía el guí que lo que busca, más que Caracas y el diálogo, es que cada quien se encuentre a sí mismo. “Creo que debemos sabernos, allá está Casalta, allá está la esquina de Catedral, esto es Altamira, la gente iba a Los Chorros a temperar”.
La gente queda encantada viendo la postal completa. Hay que tomar distancia para hacerlo. Pero además ves El Avila, otro territorio vital, solo que vertical y de vértigo. Tanto verde enamora. Luego del primer paseo cualquiera sucumbe. Volver es el plan. Caracas está tan cerca y no la vemos, deambulamos en ella y no sabemos bien por qué la esquina de El Chorro se llama así. Ahora cuando el Helicoide está en la mira, y se planea un parque verde en La Carlota, y las bicis ganan espacio, y la librería Lugar Común tiene tertulias el día del amor, deberíamos pedir a Cupido que pase por Caracas tan transitada de día, tan abandonada cada noche.
 FAITHA NAHMENS | @CodigoVenezuela

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